Esta pequeña reflexión no trata de hacer un “ranking” del sufrimiento, o de ver qué colectivx dentro de la sigla L-G-T-T-T-B-I-Q, es más o menos oprimido y explotado. Se trata, nuevamente, de la sistemática invisibilización y escasa atención de las sucesivas violencias a las que están expuestas las personas trans y travestis en Argentina. Tiene que ver, también (a modo de auto-crítica), con que en este mundo, lamentablemente, a veces parece que sólo cabe el nuestro propio y el de nuestras pares. Y si del problema de otras se trata, que ellas se ocupen.
Por eso, decidimos hacer hincapié en uno de los valores fundamentales que guían nuestro activismo y reflexión: la llamamos solidaridad, entendida como la acción de poder trascender situaciones particulares y reconocernos a la vez en éstas, que lejos de ser ajenas, nos atraviesan para dar cuenta de nuestra propia humanidad.
Por otro lado, que esto tampoco se confunda con la típica crítica acerca de cuán autorizadas estamos para hablar sobre las otras. No se trata de pedir permisos, pero si de respeto mutuo. Además, claro que hablamos por nuestra diferencia, pero también hablamos de la diferencia de las otras, y eso no significa tutelaje. Significa, sencillamente, que nos vemos en la necesidad y urgencia de visibilizar las voces que hoy se encuentran encarceladas, y por ellas nos solidarizamos. Porque también son nuestras compañeras, y nos re-conocemos en sus luchas y demandas, aunque murallas identitarias nos separen. Esas, por suerte, a la hora de la acción, ya las abolimos e intentamos cada vez más, construir puentes.
Hablamos de las compañeras trans y travestis que hoy se encuentran privadas de su libertad en las cárceles bonaerences y federales, porque si no lo hacemos nosotras, nadie más lo hace, y si no lo hacen ellas, nadie lo hará por ellas. Como pasó con Natalia Gaitán.
Son esos momentos, en los que deseamos, desde lo más profundo, que esas murallas identitarias no signifiquen encierro, que no nos separen, sólo que nos distingan para poder así, reconocernos otras y en las otras, que también, somos nos-otras mismas. Son esos momentos en los que necesitamos articulación en la acción y discusión colectiva, porque la situación es tan urgente que requiere de una movilización inmediata. Las compañeras trans y travestis presas tampoco pueden esperar.
No se trata ésta, de una lucha aislada y particular desentendida de las luchas por el resto de las personas que hoy se encuentran en situación de cárcel, que están en igual o peores condiciones, al borde del suicidio o la muerte donde lo que rige es la ley del más fuerte. Está claro que es la misma lucha. El problema central es que si no visibilizamos, una vez más “la diferencia”, es decir, la especificidad de esta situación que viven, no se la ve, y en consecuencia, no se la lucha. Desaparece, desaparecemos y nos desaparecen, una vez más.
Entonces, el problema no es sólo la situación carcelaria, que de por sí implica la anulación de la libertad y la consiguiente vida en condiciones de encierro, sino que ésta, se ve terriblemente agravada nada más y nada menos que por existir en un género identitario transgresor de “la norma”: ser travestis, transexuales, transgéneros, o simplemente trans, entre otros tantos posibles nombres, es lo que las distingue, las diferencia y las expone. Es allí donde radica esa crucial “diferencia”, que en el marco de un perverso sistema carcelario, se encarna de la forma más cruel, transformando esa “diferencia” en desigualdad, sometimiento, y finalmente, en una doble anulación de sus derechos básicos como humanas: la libertad de ser (el derecho a existir desde la propia identidad y el libre desarrollo de la personalidad y sus diversas expresiones), y la libertad de nombrarse (el derecho al nombre propio), dos aspectos básicos de los derechos humanos de las personas. Pero no acaba ahí, como si ya no fuera suficiente, a esto le sumamos el maltrato, hostigamiento, manoseos, acoso, violencia y tortura sexual, física, psicológica y simbólica, torturas varias, entre muchas otras igualmente violatorias de sus derechos como humanas.
De manera que en la actualidad, solidarizarnos en particular con las compañeras trans y travestis en situación de vulnerabilidad carcelaria, es un paso hacia la construcción de otro mundo, donde predominen otros valores, otra humanidad, y donde el encierro se convierta en libertad. En ese camino estamos, hilando solidaridades, multiplicando afinidades, desbordando las fronteras de las privilegiadas normalidades, construyendo con otras y desde nosotras mismas las tan anheladas libertades.
salut, amor y (A)legría
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