20.1.11

La Plata Avalancha de motores en la madrugada


Por Bruno Viera

Desde que estoy en La Plata las noches de jueves y domingos están pobladas por los zumbidos estremecedores de las motos de un grupo de vecinos que sale después de la medianoche a recorrer la ciudad, a tomar la noche y ocuparla. Escuché que golpeaban a las travestis y trans, moviéndose en pandillas de motos. La primera vez que me los crucé personalmente la sangre se me heló. Ocupaban todo el espacio sonoro y la calle. Las luces me encandilaban y el aire vibraba aturdido con sus motores. Poco antes, alguien pasó en bicicleta advirtiéndome que vendrían tirando piedras. Desde ese momento, esas madrugadas me suenan a noches de terror, a la violencia más descarada, a desamparo e impotencia. No quiero ignorar sus ruidos ni incorporarlos como parte del paisaje.
         “De la una de la mañana a las tres de la mañana, las horas en las que andaban los motoqueros no se veía un solo patrullero”, me cuenta Andrea, la referente de la Asociación por la Identidad Sexual Platense (AISP). La organización que nuclea a travestis y chicas trans nació a partir de la situación de vulnerabilidad en general, pero especialmente por la emergencia de los motoqueros. “Pasaban los motoqueros, cerraban las esquinas con sus motos y hasta los vecinos se metían para defendernos”, agrega Andrea para darme una dimensión de las primeras golpizas. Las agresiones que tuvieron que soportar iban desde el amedrentamiento a través del sonido y el estruendo de sus máquinas, hasta a agresiones verbales, robos y golpes de puños, con piedras y cadenas.

         Hace tres años que los recorridos de los motoqueros forman parte de La Plata. Nadie que viva acá y haya pisado la noche cerca del barrio El Mondongo puede decir que no ha escuchado sus recorridos. El estruendo de sus motos no es tanto por el tamaño de los vehículos, si no por la cantidad: son 50 o 70 motos juntas.
         Cuando escuchás la palabra “motoquero” se te viene a la cabeza la imagen clásica de un rebelde sin causa, sobre una moto choppera grande, con ropa de cuero y con muchas horas de gimnasio y de mecánica sobre el “fierro”. Pero estos otros no se parecen a esos motoqueros del amor a los “fierros” o al estilo de vida. Aún así mantienen códigos comunes. El arreglo o el tunneo más distinguible que le hacen a la motos es que le sacan o sueltan el silenciador del caño de escape. Un código familiar que hace que una moto chica de baja cilindrada suene muy potente, o que el escape golpeé como disparos, y que 20 motos parezcan una avalancha de motores.
         Una sola de estas motos en la Plaza Matheu a las 7 de la tarde, no es impactante. El conductor es un vecino más a lo mejor se suma a la impunidad durante la noche, cuando la oscuridad lo proteja y el número de motos le proporcione la tranquilidad para atacar a otrxs que circulan también en la noche, a la intemperie, con escasa o nula posibilidad de defenderse o de lograr que sus derechos se cumplan durante el día. Así es como los ataques a las travestis, trans y las mujeres trabajadoras sexuales entran en el recorrido de los motoqueros.        
         Las quejas son pocas. Buena parte de los vecinos se queja por el ruido de las madrugadas, cuando ellos están durmiendo o al menos tratando de hacerlo. Las crónicas de los diarios suelen ubicarlos en el afuera de la sociedad platense: cuando los mencionan les quitan el estatus de vecinos y los tratan como bárbaros extraños.
         La máxima expresión de brutalidad de la que se hicieron eco los medios de comunicación fue el atropello de otro motociclista que esperaba a que cambie un semáforo. Sucedió el 22 de mayo de 2009 en la esquina de 7 y 46. “Fue la primera tragedia atribuida a las `bandas` de conductores de motos que `toman por asalto a la ciudad` en medio de la noche y que ya acumulaban denuncias por disturbios desde hace meses”, indicó el diario Clarín. La víctima fue Diego Sconza, a quien pasaron por encima matándolo en el acto, a la 1.30 a.m mientras estaba a bordo de su motocicleta vieja DKM. La gente empezó a mandar cartas de lectores a los medios para repudiarlos. Envió videos. Las voces sin embargo parecían reclamar porque habían atropellado a un “ciudadano legítimo”. Nada se oyó en el mismo tono de las veces que esos motoqueros circularon atormentado a las chicas en la calle, ni de los golpes que travestis y trans tuvieron que soportar por parte de estos vecinos en moto.
         Hubo alrededor de veinte motoqueros involucrados cuando atropellaron a Diego Sconza. Dos fueron demorados y quedaron sueltos al día siguiente, imputados finalmente de “homicidio culposo”. Las repercusiones de ese primer crimen terminaron con un descargo público de otro grupo de motoqueros, “los fierreros”, que se desidentificaron del grupo de los jueves. Hubo una medida de la policía y de Control Urbano aumentando los controles vehiculares.

         Después del asesinato, algo cambió. Los recorridos se hicieron más erráticos: ya no tienen un punto de reunión planificado, pero mantienen las rondas. Salen a las doce, el sonido de los escapes y los mensajes de texto los ayudan a ubicarse, y a la columna que arranca se le van sumando rezagados. Según dice la policía, disminuyó la cantidad de menores que participa del grupo. Otro dato es que no se identifican públicamente: no tiene una agenda, ni reivindicaciones. Hasta ahora los he escuchado ser identificados como los “motoqueros de los jueves” o “los motoqueros del bosque”, porque comenzaron a concentrarse en torno a las picadas de autos que se realizaban en el Bosque de La Plata, alrededor del 2007. Si bien no es cierto que sólo salgan esos días, jueves y domingos son las noches en que inundan indefectiblemente esa parte de la ciudad con los zumbidos de sus motores y los disparos de sus caños de escape.
         En los relatos que fui escuchando en los últimos meses, empecé a notar que comenzaba a filtrarse como parte de una anécdota, la violencia que las travestis y las chicas en situación de prostitución tuvieron que soportar con la aparición del grupo. Las chicas de AMMAR (Asociación de Meretrices) y AISP, me hablaban de la impunidad que la policía les dio a los motoqueros y la hipótesis de que se haya liberado la zona.
         Las mujeres trans, travestis y trabajadoras sexuales de La Plata están organizadas desde el año 2000, primero con AMMAR La Plata, dentro de la CTA. Comenzaron denunciando la violencia policial, otra de las violencias conocidas de las chicas. Pero en 2007, visibilizaron las acciones del grupo de motoqueros. Hicieron denuncias públicas, marchas y presentaciones judiciales. Con los reclamos, los motoqueros no pararon de circular pero ya no las molestan. “Ahora intentamos no salir”, dice Andrea. Porque aunque no las golpean, los amedrentamientos están: “Se acercan de a varios –agrega-- y te dicen que te van a robar”.
         La urgencia frente a los motoqueros, permitió reactivarlas. Volvió a reunirlas en la casa de una compañera. Hicieron una convocatoria a través de volantes y con el “boca en boca”, una metodología tal vez mucho más efectiva para la circulación de información entre ellas, de esquina a esquina, en las diagonales y calles. Eran diez en la primera reunión, con la idea de formar un grupo de ellas mismas.
            “Tener una organización con personería jurídica y una coordinadora facilita el acceso a los preservativos del Ministerio de Salud”, me explicó Andrea. Además se presentaron posibilidades de encontrarse con proyectos de salud, o con el trabajo con grupos de la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata, con quienes cuentan para casi todas sus actividades y con la Secretaria de Derechos Humanos de la Provincia. Empezaron a participar de talleres de prevención de infecciones sexuales y del VIH, y lograron recibirse como promotoras de salud.
         Andrea toma su trabajo como lugar de referencia necesario para poder gestionar tanto los vitales preservativos como talleres, haciendo recorridos semanales. Siempre varía la cantidad de chicas que se acercan y que están activando y siempre está ella, a quien contacté cuando empecé a escuchar de las motos.
         Hace un año AISP terminó de formarse y se afilió a la CTA. “Pero todavía es difícil ir abriendo camino, aún entre compañeros de lucha”, dice Andrea. El día de la afiliación el secretario general vio los papeles del grupo. “No”, le dijo a Andrea. “Yo acá no me meto, dáselo a ella”, y señaló a una compañera. Andrea se ríe. “Logramos que nos conozcan… que nos den un lugar, que nos dejen abiertas las oficinas, que nos dejen usar la cocina”. Antes ni siquiera se animaban a pedir permiso pero eso cambió. “Al comienzo venían y te decían ‘hola campeón’, ahora ya pasó a ser ‘Andrea, la coordinadora de AISP’”, me dice.
            Ellas saben que estar en la CTA les permite conseguir asesoramiento legal, formarse y tener cierto apoyo frente a cuestiones urgentes como fueron las denuncias sobre los motoqueros o el actual y eterno hostigamiento policial. En la calle, ellas se van haciendo cargo de a poco de que pueden reclamar sus derechos, y una organización como ésta les permite estar más respaldadas. Andrea cuenta que aún así es difícil mantener el vínculo con la organización. Muchas descreen en las organizaciones políticas.
            Además de las urgencias, trabajan con problemas de fondo: el hecho de que la única salida sea la situación de prostitución. AISP busca también comenzar a reparar o emparchar la falta de acceso a la educación. Y el laburo que vienen haciendo va teniendo repercusiones en la comunidad travesti. Las chicas trans, me dice Andrea, “tienen que hacer valer sus derechos y cuando necesitan, aunque sea una urgencia saben que pueden contar con vos”.
         Hace unos jueves que se ve a Control Urbano y algunos patrulleros pasando con las luces titilantes en la esquina de 1 y 66. Algún que otro auto solitario, un taxi más allá, una luz roja en el portón celeste de la esquina, siempre disimulado en el día, un grupo de motos rezagadas que pasan rápido por calle 1 hacia la diagonal, casi como una burla.
         Hay más luces en Plaza Matheu. El reordenamiento urbano va desplazando las zonas más rentables hacia estos lados de La Plata. Cuando llega el jueves, ninguna de las chicas sale, ya ni corren el riesgo, es otro día tomado, otra noche robada para ellas. La mayoría de los vecino parece quejarse más allá de sus paredes.

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